Hace décadas el ser humano vivía en la era de las obligaciones: estaba obligado a casarse, y formar una familia a cierta edad con alguien de su grupo sociocultural, así como trabajar de acuerdo a su estrato económico.
Ahora los tiempos han cambiado, vivimos en la era de la libertad, podemos elegir pareja, tipo de familia o profesión, según nuestros gustos. La frustración profesional, en parte, es modificable con nuestras decisiones.
Por eso hoy en día está mejor visto la transgresión de ciertas normas sociales que la aceptación de las mismas (aunque encajen en nuestras preferencias).
Por ejemplo, un ejecutivo agresivo capaz de abandonar su productiva carrera profesional por una vida alejada de los estándares, (por ejemplo en una isla del Pacífico) suscitará más admiración de forma general, que un oficinista satisfecho con su vida sencilla.
Además, mientras que antiguamente se asumía que el jefe o los compañeros de trabajo podían ser desagradables, ahora se supone que somos libres de trazar una vida laboral que evite estos escollos. Siendo común escuchar: “me cambio de trabajo porque no aguanto el ambiente o a ciertos compañeros de trabajo”.
Este pensamiento, en esencia constructivo, tiene su contrapartida: el riesgo de radicalizar la idea de que “quien la sigue siempre la consigue”: el trabajo perfecto, la pareja ideal, el hogar idílico, las vacaciones inmejorables. Nada más lejos de la realidad, pues aunque nuestra libertad haya aumentado notablemente, ésta, vivida caprichosa o compulsivamente, nos empuja a ser esclavos de ideales de felicidad: familia perfecta, amigos y trabajo perfecto…
Sin embargo la realidad es bastante más ambivalente que nuestros deseos: cada elección implica una parte agradable y otra menos atractiva. No existen las situaciones ideales, o al menos no duran eternamente. Tenemos que madurar emocionalmente para asimilar esto y poder ser felices.
Ciñéndonos al ámbito laboral conviene recordar que el trabajo, per se, es una obligación, y por tanto duro en alguna medida, e implica situaciones desagradables, por muy vocacional que sea nuestra profesión.
Cuando el aspecto que nos desagrada es uno o varios compañeros de trabajo, pueden asaltarnos impulsos de abandono tipo: “no soporto a este tío y le tengo que ver 8 horas diarias, me voy porque me amarga …”.
Aquí es donde tenemos que hacer un esfuerzo por recordar el componente de tedio que todo trabajo conlleva. Esto es difícil cuando estamos rodeados de eslóganes de coaching y psicología insistentes en que “con voluntad se pueden conseguir las metas profesionales”, pero que también dicen: “no existe trabajo en el mundo que te prevenga de tener un mal día, una mala época o una crisis profesional”…
De la misma manera que a veces no aguantamos a nuestros hijos, o a nuestra pareja, y los amamos al mismo tiempo, podemos vivir nuestra profesión aceptando ciertas situaciones o maneras de trabajar no afines a nuestra personalidad.
¿Y cómo lograr esta serenidad laboral?
Claves para integrar el tedio laboral con serenidad:
- Lo primero: recordar que estás en el trabajo, para evitar sufrir cuando las cosas no van según las expectativas. Charlar con gente satisfecha laboralmente y pedirles que te enumeren las molestias que asumen en su trabajo te ayudará en esta reflexión.
- Lo segundo: recapitular las facetas agradables de tu trabajo que compensan las pequeñas chinas del zapato que la mayoría de oficios tienen. Ver tu trabajo de forma completa sirve para evitar sentimientos de frustración laboral.
- El tercer paso es hacer un recuento de los aspectos de nuestro carácter que también dificultan la labor de nuestros compañeros. Si no encuentras ni un sólo aspecto mejorable se me ocurre decirte que lo que falla es tu capacidad autocrítica 🙂
- Perseguir la excelencia, disfrutar con el trabajo bien hecho. El ama de casa que cocina por obligación y sin embargo pone el mejor empeño en sus guisos será más feliz en su rutina que la que cocina desganada; es algo básico que también olvidamos a menudo.
- Una vez hayas conseguido aceptar algo más tu rutina laboral, aquellas personas y tareas que menos te gustan, es importante que te felicites y premies por ello, porque ahora eres mejor profesional por este logro: la versatilidad y flexibilidad del empleado son cualidades bien valoradas por la mayoría de organizaciones.
- Finalmente: nunca descartes otras opciones laborales. Es importante estar vivo laboralmente, y vivo significa estar abierto al cambio: actualiza tu cv, tantea otras opciones, (aunque no quieras cambiar), observa el mercado laboral y tu cotización profesional en él.
Una apreciación final: persigue tus sueños, y luchan por ellos, sin olvidar la dificultad que conlleva conseguirlos. La satisfacción plena ha de ser tu horizonte, nunca una obligación o una meta impuesta. Distinguir esto te dará felicidad. Muchos de tus objetivos dependen de ti, pero también es necesario que te acompañe la salud o la suerte entre otras cosas. Aceptarlo te quitará frustración.