Reina la creencia de que tenemos que sentirnos realizados profesionalmente para ser felices. Esta idea surge en la sociedad moderna, pues las generaciones anteriores se libraron de esta imposición social. Convivimos con éste y otros mandatos sociales, como el de tener pareja o una casa en propiedad para ser felices.
¿Qué pasa si no cumplimos estos retos? Nos sentimos frustrados, en carencia de algo importante. Sufrimos y nos comparamos con aquellas personas, (quizá imaginarias) que han logrado realizarse en estas facetas.
Volviendo al tema profesional, corremos el riesgo de sentimos perdedores o mediocres si no conseguimos ciertos logros.
Muchos estaréis pensando que quien escribe seguramente tenga la suerte de ejercer un trabajo vocacional, y es cierto. Al mismo tiempo soy consciente de los imprescindibles recursos que tuve para lograrlo. Algunos dependieron de mí, otros no. Si alguno de estos recursos me hubiera fallado y no hubiera podido ser psicoterapeuta ¿hubiera estado condenada a vivir frustrada? Os confirmo que no, y me jacto de ello porque he desempeñado otros trabajos además del actual.
Estos son algunos de mis muchos recursos importantes para llegar hasta aquí profesionalmente:
- Familia que siempre apoyó mis iniciativas académicas y profesionales.
- Excelentes formadores que me inspiraron.
- La persona adecuada con la palabra adecuada para resolver mis crisis profesionales.
- Entorno económico estable que me permitió iniciarme en la profesión sin presión.
- Entorno social y personal que admira mi labor.
- Pacientes y lectores agradecidos .
- Por supuesto gran voluntad, enorme coraje e infinita pasión. Pero incluso estos factores personales fueron reforzados durante mi crianza en un entorno que no elegí.
Estamos bombardeados por mensajes que afirman que “si quieres puedes” y si no lo consigues es porque no lo has intentado lo suficiente. Aceptar este mandado como verdad absoluta es un grave error. He visto cómo excelentes compañeros abandonaban la profesión después de una gran lucha por ella. También he sido testigo de largas pausas en la carrera porque había otras prioridades que atender.
Diariamente nos llegan mensajes aparentemente inocentes, supuestamente motivadores, pero que pueden aumentar la frustración:
- «Si te gusta tu trabajo jamás trabajarás».
- «Hazlo con pasión o cambia de profesión».
- «Si dudas de algo que sea de tus límites».
- «Si no es ahora entonces cuándo».
Son mensajes aparentemente sencillos de llevar a la práctica. Sin embargo son simplistas pues obvian el esfuerzo sostenido necesario para lograr un cambio. Cuando contrastamos estos eslóganes con la realidad nos frustramos aún más, porque imaginamos que otros lo hacen sin esforzarse. Esto además de no ser real, fomenta un sentimiento de minusvaloración.
Vivimos influidos por expectativas idealistas que damos por buenas. Por ejemplo, todos hemos hecho alguna vez la siguiente pregunta: “¿trabajas de lo tuyo?”, y si la respuesta es afirmativa lo recibimos como buena noticia. Damos por hecho que eso que llamamos “lo tuyo» es una meta de obligada conquista. Olvidamos que estamos etiquetando como “lo tuyo” algo elegido quizá en la adolescencia, inspirado en muchos ideales y poca información. Incluso puede que fuera una decisión impuesta, apresurada o tomada bajo presión
Después de haber reflexionado lo anterior, te invito a responder:
¿Qué es “lo tuyo”?
- “Lo tuyo” es… ¿Trabajar 12 horas en un entorno hostil y competitivo? o ¿trabajar en un ambiente amable?
- «Lo tuyo» es… ¿Ser alguien “orientado al trabajo”? o ¿tu vida personal es lo más importante?
- «Lo tuyo» es… ¿Sacrificar lo que haga falta por un estatus? o ¿trabajas para vivir?
Sea lo que sea “lo tuyo” defiéndelo, y evita aceptar imposiciones sociales. Si eres feliz 12 horas en la oficina adelante, no dejes que este artículo tambalee tus pilares. Si no eres feliz pero no ves otra salida, respeta tu dificultad. Esta sociedad es demasiado compleja y nuestras vidas también.
Nuestros padres y abuelos acudían a sus puestos sin frustración y trabajaban en lo que ofrecía la vida. Sin conflicto de vocación. Podían tener un mal jefe, un mal salario, pero no tenían un juez interno gritándoles “no eres feliz, y deberías serlo!”
Nos guste o no, la realidad se impone, y no es fácil conseguir la autorrealización profesional. Los recursos que tenemos para lograrlo dependen de nuestra voluntad y también de otros factores fuera de nuestro control: económicos, sociales, azar etc.
Eso no significa que no podamos y debamos invertir tiempo, ganas y esfuerzo en intentarlo. Pero con un límite saludable, no como imposición. No significa tirar la toalla, al contrario, hay que estar atentos a nuevas oportunidades, como ilusión, no como yugo. La vocación como cualquier ideal, ha de ser un horizonte que nos oriente, no una meta fija que nos someta.
Es necesario aceptar la realidad sin resignación, atentos a cualquier cambio que genere una oportunidad. Y mientras tanto seguir viviendo con lo que tenemos.
Y dicho esto os animo a reciclaros profesional y académicamente, e intentar disfrutar de la excelencia en el trabajo, tantos si es vocacional como si no! ¿Acaso no se puede ser un excelente portero? Luis, el conserje de mi edificio acude a su puesto contento cada día, es profesional y disfruta con el trabajo bien hecho, hace sus tareas con dedicación. No cualquier persona lo haría tan impecablemente. Alguien que hubiera asumido su puesto con rechazo interno no podría trabajar con esa sonrisa, que tanto le agradecemos. He visto bastantes profesionales “altamente cualificados” trabajando de “lo suyo” con mucha menos profesionalidad que Luis, y sabéis de lo que os hablo.
Hay mucha gente frustrada por exigirse llegar a un ideal laboral que no existe y cuando lo han alcanzado aún se han frustrado más porque no sienten esa satisfacción y plenitud que imaginaron.
Que no os pase, y si os está pasando ponedle remedio.
Al fin y al cabo es sólo trabajo.