El día que una crítica no te duela, que un halago no te haga dependiente… El día que no te ruborice un piropo, ni que un juicio te condicione…El día que cantes y bailes como si nadie te viera…
Ese día tu autoestima empezará a ser libre, porque comprenderá que detrás de cada juicio ajeno hay una persona herida, carente o ignorante.
Pero, ¿cómo llegar hasta ahí? ¿cómo comprender un juicio ajeno?
Te propongo un ejercicio:
Haz un repaso a los encuentros que has tenido durante estas fiestas. Seguro que has comido y bebido con mucha más gente de lo habitual. Quizá alguna de esas personas no fue totalmente de tu agrado, y seguro que has hecho alguna valoración sobre ella. Intenta capturar ese pensamiento, esa valoración negativa por la que esa persona no te ha convencido.
Toma ese pensamiento y date la oportunidad de reconstruirlo utilizando la empatía. Es decir, ponte en el lugar del otro, intenta comprenderle, quizá su dureza se debe a un sufrimiento, quizá su llamada de atención se debe a su inseguridad.
Ahora tienes dos pensamientos. El primero, que fue más superficial, y el segundo, que has conseguido hacer más profundo.
Te darás cuenta de que la primera vez que juzgaste a la persona descuidaste detalles o te dejaste llevar por prejuicios que condicionaron tu opinión sobre ella. Esos son nuestros puntos ciegos, los que nos hacen juzgar, y por los que nos juzgan.
Según consigas identificar esos puntos ciegos en ti, podrás identificarlos en los demás y serás menos vulnerable a las críticas ajenas, porque verás mucho más allá del comentario: verás dolor, envidia, ignorancia…
Es complicado evitar que te juzguen, pero lo que sí está en tu mano es dónde situar tu mirada. Ponla en quien te juzga, no en ti.
realmente brillante, todos caemos en ello, que buen ejercicio, mil gracias
Todos caemos efectivamente, lo importante es darnos cuenta el mayor numero de veces posible
Un abrazo