La adicción: ese oscuro objeto de deseo, a veces no tan oscuro.

Continuamos con la serie de artículos sobre ansiedad y adicciones invisibles.   

Al hablar de adicciones y su consecuente ansiedad, generalmente pensamos en aquellas que causan deterioros personales tan serios que pueden degenerar en situaciones críticas o incluso en muerte: alcohol, sustancias tóxicas, tabaco, juegos de azar…

Sin embargo, hoy quiero poner la atención en otro tipo de adicciones, aparentemente inofensivas, tanto que incluso pueden aparentar no serlo, pero que pueden llevarnos a un importante estado de ansiedad.

La ansiedad y la adicción pueden esconderse detrás de:

  •  Algunos alimentos.
  • Las compras.
  • Ciertas relaciones de pareja.
  • No haber soltado el cordón umbilical de nuestros padres o de nuestros hijos (hay madres literalmente enganchadas a la idea de tener un bebé en en casa).
  • El deporte, la televisión, internet, incluso nuestro puesto de trabajo, puede hacernos dependientes.

Generalmente solo somos conscientes de nuestra adicción si esta dependencia nos crea malestar, es decir si esta adicción nos causa deterioro en nuestro día a día. Así, por ejemplo, si tengo una relación dependiente con mi pareja, mientas el otro está conforme con mi manera de vivir la relación y mi entorno no se resiente por ello… todos felices. El problema empieza cuando esa adicción empieza a ocupar demasiado en nuestra vida y nos impide vivir plenamente, y el problema se acrecienta cuando esa adicción ocupa e invade otras áreas de nuestra vida que acaban desatendidas.

El consumismo puede ser una adicción como el alcohol o las drogas

La adicción a las compras es un hábito que enmascara ansiedad

¿Cómo saber si somos adictos a algo o a alguien? Muy fácil, basta con proponerte durante un tiempo vivir con menos intensidad o frecuencia ese algo o ese alguien… a ver qué pasa. Si la sola idea te causa terror es que ese hábito se ha convertido en una necesidad para ti y por tanto es una adicción. Por el contrario, si ya te has demostrado a ti mismo que puedes estar importantes períodos prescindiendo de ese hábito, o reduciéndolo considerablemente, enhorabuena, no eres adicto.

Pero ¡atención! La prueba debe hacerse sin haber modificado tu entorno para cumplirla, porque entonces estarías haciendo trampa.

Es decir, no sirve escapar a una casa rural maravillosa sin cobertura para demostrarte a ti mismo que no estás enganchado a Internet o a las tiendas. Tendrás que probar a reducir tu consumo en tu día a día para averiguar si realmente su ausencia te genera ansiedad.

Lo mismo pasa con las relaciones adictivas. No hay que escaparse a una isla del Caribe con unas amigas para demostrarte que puedes estar sin tu pareja o enviar a tus hijos a un campamento para probar si eres capaz de sobrevivir a su ausencia. Las pruebas válidas serán las que hagas en la cotidianidad. Baja la intensidad ocupando el tiempo que dedicabas a tu enganche en otras actividades de tu rutina diaria para averiguar si estas relaciones te están generando adicción.

Hay madres dependientes de su rol

Hay mamás dependientes de su rol de madre

Lo importante de este ejercicio que te planteo no es que te libres de la adicción, sino que reflexiones y tomes conciencia de ella. Que te cuestiones qué áreas de tu vida estás desatendiendo con ese enganche y que, sin dejar de practicar tu deporte favorito, ir de compras o ver la tele, si esas son tus adicciones, puedas dar respuesta a otros aspectos de tu vida que tengas más olvidados.

Ponerle conciencia te hará más libre, y más versátil, más flexible y más creativo y sobre todo, reducirá drásticamente la ansiedad que te genera perder el amado objeto de deseo.

Mucho ánimo

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