Antes de señalar las claves para conseguir una verdadera autonomía emocional, conviene que acotemos esta idea, para que todos sepamos de qué estamos hablando y sobre todo para evitar idealizar o exagerar un modo de vida con un rótulo tan atractivo.
¿Qué entendemos por autónomo emocional?
Entendemos por autónomo emocional, todo aquel capaz de dar y recibir afecto y aprecio libremente, de manera equilibrada, compensada y serena, acorde a sus necesidades y sin sufrir malestar, estrés o ansiedad en este proceso.
Cuando tenemos un sentimiento de inseguridad, duda, vulnerabilidad, o flaqueza, solemos compararnos con gente que destaca, aparentemente, por todo lo contrario: se muestra segura y firme en su vida. Suponiendo que esa seguridad se real y no sólo apariencia (que en muchos casos no lo es) ¿De dónde vendría?. Solemos responder a esta pregunta con expresiones tipo: “están hechos de otra pasta, han tenido una familia fantástica, han aprendido a base de palos, o han ido a un psicólogo”.
Puede que haya algo de esto en la biografía de esas personas, y puede que no.
De momento quédate con estas fórmula: Autoestima + Compromiso + Apoyo = Libertad
Vamos a desgranarla:
Lo más básico, (aunque no suficiente) para tener autonomía emocional es tener una sólida y equilibrada autoestima
- Autoestima
Sin extenderme mucho, (pues podéis leer el artículo “cómo mejorar la autoestima”), subrayaré que, alguien con poca valoración, amor y cuidado hacia a sí mismo, estará muy lejos de ser autónomo emocionalmente, pues dependerá excesivamente de su entorno para mantener en alza una valía en continua fluctuación.
Aunque la autoestima se forja en gran medida en la infancia y adolescencia (por el tipo de crianza), puede y debe mejorarse y reconfigurarse durante toda la vida ¿cómo? incorporando hábitos que refuercen nuestra valía, y evitando aquellos que dañen o confirmen nuestras viejas creencias “desvalorizadoras”.
Un tipo de hábito para subir la autoestima son los gestos que nos ayudan a recuperar la autoridad sobre nuestra vida, a través de hábitos que nos proporcionan disfrute y cuidado hacia nosotros mismos. Esto, ayudará a afianzar la idea de “no depender únicamente de otros para disfrutar”. Aumentará nuestra seguridad para ponerle límite a ciertas personas. Ahí comienza nuestro sentimiento de libertad: “estoy junto a ti porque te quiero, me quieres y me tratas bien, aunque sin ti también me iría bien, por eso te elijo libremente”. Esto nos ayuda actualizar “viejas lealtades” forjadas en la necesidad de sentirnos protegidos, cuidados o queridos por gente de trato a veces inadecuado. Estas personas pueden ser un amigo, la pareja, un padre, incluso un jefe.
Para ello es importante hacer cosas placenteras por y para ti mismo, y en solitario. Ser capaz de procurarte cuidados, disfrute y placer, aunque sea en pequeñas dosis es esencial para recuperar nuestra autoridad emocional. Desde pequeños gestos a grandes retos, cada uno en su estilo, desde hacer el Camino de Santiago, a darte paseos por tu barrio, cocinar tu plato favorito sólo para ti, leer un libro o darte un masaje. Lo importante es que sean gestos regulares en tu rutina, y que tengan significado para ti, y que aprendas a disfrutar de ellos de verdad. Si no estás habituado, al principio te resultará extraño, y con el tiempo, poco a poco llegarás a echarlos de menos cuando te falten.
Hasta aquí todo parece muy lógico: “si soy capaz, en ocasiones, de proporcionarme satisfacción por mí mismo, seré más selectivo y libre de elegir con quién disfrutar en compañía”, porque estaré menos temeroso de perder su afecto.
Vayamos con la segunda parte de la fórmula: el compromiso y su compañero el apoyo.
- Compromiso
Para ser autónomo emocionalmente es necesario comprometerse con tu entorno, que en última instancia es un compromiso contigo mismo. Ser autónomo no significa ser independiente, porque la independencia absoluta no existe.
Es importante “comprometerse en varias facetas de la vida” ¿Comprometerse significa depender? No! Comprometerse significa asumir que hay necesidades que sólo el entorno puede cubrir, pues somos seres sociales.
Necesitamos, y si prefieres el término dependemos de nuestro entorno en gran medida para ser felices. El autónomo emocional depende de su entorno afectivo, del mismo modo que el autónomo laboral depende de un entorno comercial, sin apostar sus cartas a una sola jugada. No hay nada malo en necesitar (y por tanto depender) en cierta medida de otros, pues vivimos en sociedad, y además a la mayoría, esto nos agrada.
Detrás de una persona aparentemente muy independiente, que no se “moja” o compromete con nada, nadie o casi nadie, con apariencia de “alma libre como el viento”, si hurgamos, hay un trasfondo de inseguridad y dependencia, si lo dudas lee este planteamiento sobre: “falsa independencia emocional».
El error radica en el significado que damos a la palabra “dependencia”. La persona que quiere acercarse lo más posible a la independencia emocional, precisamente asume su dependencia para cubrir ciertas necesidades y deseos con madurez, y esta dependencia la distribuye entre diferentes áreas y opciones.
Esta persona consciente de sus necesidades intelectuales, profesionales, afectivas, sexuales, de autoestima, lúdicas, de arraigo, de supervivencia, etc., decide buscar la manera de satisfacerlas equilibradamente: repartiendo la responsabilidad entre sí mismo y un entorno amplio y plural.
En resumen: cuanto más compromisos elijo (dentro de un límite), menos dependencia tendré en cada uno de ellos, siendo más rica mi personalidad, sintiéndome más seguro debido a esta red de apoyo que me da seguridad en mí mismo y sensación de libertad.
“¿seguro? La red de compromisos me aporta libertad ¿pero no era al revés?… ¿?”
- Libertad:
En contra de lo que algunos (estancados en la inmadurez de Peter Pan) sugieren con respecto a la libertad: que ésta va en contra de los compromisos, precisamente se nutre de estos compromisos.
La vida, en la madurez, nos dice que para ser libre, es fundamental sentirse seguro, pleno y arraigado, en un entorno cambiante y a veces hostil. Esto es muy difícil sin una red de compromisos que nos dé apoyo y seguridad.
Desde mi libertad, elijo los tipos de compromisos en mi vida, porque sin compromisos mi vida estará vacía, y mi personalidad hueca, carente de raíces. Desde mi libertad compongo mi puzzle de compromisos y entregas: con la ONG, mi grupo de música, mis lecturas, mis amigos, mis hijos, mi pareja, mi profesión, mis cursos, mi nutrición, mi salud, mis momentos de descanso, mi deporte, mi equipo de fútbol, mi empresa, mis juergas, mi viajes, conmigo mismo …
Cuando tomo conciencia de mis necesidades, decido el combo de compromisos conmigo mismo y con el resto que las cubre. Esto configura mi personalidad, mi sentido de pertenencia, mi identidad. Es decir, quién soy yo.
- Apoyo
Cuando me apoyo en diferentes roles, fuertes y firmes, si uno se tambalea, la angustia o malestar generado, se compensa por el resto de apoyos. Por ejemplo, si tengo malestar en mi faceta de padre, pero tengo fortalecido otros roles afectivos: esposo, hijo, amigo, hermano… viviré sin sentimiento de fracaso la situación; si además de mi faceta afectiva, tengo comprometidos otros roles: estudiante, empleado, activista social, militante político, alumno de piano, compañero de trabajo, vecino, etc la vivencia negativa de ese malestar se amortigua. Elijo mis compromisos desde mi libertad, con más o menos dudas según la faceta, pero respetando mi instinto, mi decisión.
Esto me hace autónomo emocionalmente, porque me otorga una personalidad rica y porque contribuye a tener una fuerte autoestima.
Muchas veces apoyo emocional y compromiso coinciden: como puede suceder por ejemplo con la pareja. Pero a veces nuestro mayor compromiso no es precisamente nuestro principal apoyo. Por ejemplo mi mayor compromiso puede ser la paternidad y mi mejor apoyo mi pareja y mis amigos. Es importante distinguir qué compromisos son también apoyo, porque conviene cuidar varios apoyos en la vida, para cuando nos falle alguno, evitar desmoronarnos.
Los apoyos sirven para sentirnos acompañados en nuestros dolores y alegrías: por un terapeuta, un amigo, un hijo, un grupo de terapia, una asociación, el grupo de teatro, mi vida intelectual, mis creencias espirituales, etc.
Y EN LA PRACTICA…
A muchos de vosotros os habrá asaltado la siguiente duda: “¿qué pasa cuando no sabes cómo elegir compromisos?”. Ante esto “Lo primero, tómate tu tiempo, lo segundo no te tomes demasiado tiempo”.
Escucha tus deseos, tus inquietudes, tus intereses, tu instinto, tus habilidades por nimias que te parezcan. Y si no los tienes búscalos, y si no sabes por dónde buscarlos muévete, hacia donde sea, hasta encontrarlos. Si te atascas en: “no sé qué me gusta”. Ponte a hacer algo, lo que sea, porque en realidad sí sabes lo que te gusta, pero estás bloqueado para verlo, el movimiento, aunque sea titubeante, te ayudará a desbloquearte a medio plazo. Si por el contrario, estás aturullado entre varios ideales, empieza a creer en alguno, desarrolla la idea, no te pongas excusas ni te hagas el tonto.
En definitiva, hagas lo que hagas, haz algo diferente a lo que estás haciendo hasta ahora, porque cuando hay un vacío personal: “hacer más de lo mismo, no sirve”
¿Cómo se traslada esto en el día a día?
- Trata de hacer cualquier cosa en la que te manejes bien para recuperar tu sentido de autoeficacia, si sabes cocinar cocina, si sabes ponerte guapa hazlo, si sabes escuchar ofrece tu escucha, si sabes coser cose…
- Permítete dudar, sentir miedo, o vergüenza, pues forman parte de la vida y la única forma de no sentirlos es quedarte quieto para siempre. Todos los que han conseguido grandes logros han experimentado a menudo estas sensaciones.