Sabemos que las relaciones personales dentro del trabajo han evolucionado notablemente, y digo notablemente porque en esencia son más ricas y mejores.
También sabemos que la mayor profundidad de las mismas las hace más complejas y ambiguas y por tanto más difíciles de manejar.
Sabemos que esta dimensión personal incorporada en los últimos tiempos a las relaciones laborales, en general, favorece la motivación, autorrealización profesional y personal y por tanto la productividad. Las organizaciones conocen la importancia de este factor y no están dispuestas a desperdiciarlo: la implicación personal con los compañeros y con las actividades extralaborales de la empresa es importante para aumentar el compromiso con la misma.
Las empresas “favorecen” los encuentros extralaborales para socializar el entorno laboral, hasta el punto de formar parte de su filosofía. Saben que la cohesión de equipos y por tanto la productividad aumenta cuando los lazos afectivos se consolidan a través de actividades más allá de la oficina.
Además unas satisfactorias relaciones personales en el trabajo ayudan a reducir la ansiedad y el estrés laboral considerablemente: nos sirven tanto de amortiguador para reducir el impacto del estrés como de apoyo para manejar sus efectos en nuestra salud mental y emocional, incidiendo a la larga en tu carrera profesional.
También sabemos que un exceso de confianza personal con jefes tóxicos o compañeros pueden convertirse en un factor más de estrés laboral.
El equilibrio está en el término medio entre una excesiva implicación y un hermetismo poco enriquecedor. Pero ¿cómo encontrar ese término medio? ¿hay un punto óptimo estándar o depende de las circunstancias y persona en un momento concreto? Sin duda el segundo planteamiento es más completo. Lo cual reformula la pregunta así: ¿qué factores, en qué circunstancias y qué rasgos personales conviene valorar para implicarnos con según qué compañeros de trabajo?.
Vayamos por partes:
Hay actividades extralaborales voluntarias y las hay menos voluntarias. Son menos voluntarias porque simplemente está mal visto en la organización no formar parte de ciertas dinámicas. Esta dinámica puede ser: la cena de empresa, colaboraciones solidarias con ONGs, actividades teambuilding en un retiro campestre, un aperitivo por el cumpleaños del jefe, o las cañas de los viernes.
Hay personas que este tipo de encuentros, deportivo – festivos, destapa en ellos rasgos de su carácter ocultos durante la jornada laboral. Del mismo modo que hay personas que literalmente se transforman al volante de un coche, también las hay que viven las actividades competitivas (liga de empresa, torneo de pádel) de tal forma que emergen rasgos y comportamientos (competitividad, visceralidad, agresividad, sentimiento de humillación, soberbia, rabia, furia etc) nada convenientes para sus relaciones personales – laborales. También el alcohol puede ayudar a aflorar conductas a larga poco convenientes. Y lo contrario también sucede, es decir hay gente muy tímida y rígida, que gracias a estos eventos mejora su contacto personal con sus compañeros. De hecho, en esencia, las actividades extralaborales son positivas, pero habrá personas que en ciertos casos esta situación se les vuelva en contra.
Sea como fuere, sólo tú sabes lo importante, es decir lo políticamente conveniente que te impliques en ciertos momentos extra – organizacionales. A veces tendrás más o menos ganas, no entraré en eso. Simplemente entraré en que, según tu personalidad y la de tus compañeros, qué amenazas te conviene evitar en esos contactos, a largo plazo, para hacer más satisfactorio tu trabajo.
Claves para prevenir desencuentros en el trabajo por actividades fuera de la oficina:
- Cuidado con tus cañas después de la oficina. No es raro tras unas cañas expresar o revelar ciertas aspectos o hechos de tu vida que convendría haber callado. Seguramente esto ya lo tienes controlado. Si no te ha pasado nunca puede ser porque te manejas bien en el autocontrol y sabes dónde está tu límite, o porque tu comportamiento rígido o cauto te impide abrirte personalmente. Esta última opción no es la más saludable. Tan poco conveniente es una auto-exposición descuidada como el protegerte en exceso con una coraza. En cualquier caso, este punto es el más obvio de todos: practicar el autocontrol sin dejar de ser espontáneo.
- Cuidado con sus cañas (de compañeros y jefes). Exponerte más de la cuenta, depende de ti prevenirlo o repararlo. Pero, cuando es tu jefe quien se pone en evidencia por dos cervezas de más la cosa cambia. Esa vergüenza ajena que sientes, o al contrario, ese alivio por presenciar sus flaquezas, es posible que él lo quiera compensar en el futuro, en el espacio donde mejor sabe hacerlo: en la oficina, acarreando comportamientos hacia ti poco deseables. Por ejemplo: hay jefes que tras mostrar su vulnerabilidad ante sus empleados (animados por el alcohol), al día siguiente, movidos por la vergüenza, inseguridad, miedo a perder la autoridad, o enfado consigo mismos por haberse expuesto, lo compensan con una actitud más autoritaria o severa que de costumbre, para “recordar quién es el jefe”. No pienses que esta cadena de comportamiento es siempre consciente, a veces sí, a veces no. Si tu jefe o compañeros tienden a desentonar fuera de la oficina, y luego se arrepienten, o tú lo ves venir, trata de evitar ser testigo: una retirada a tiempo, evitar ser acaparado por ellos etc son “tácticas” que a veces conviene manejar.
- Conócete a ti mismo: ¿qué actividades son susceptibles de sacar aspectos poco atractivos empresarialmente sobre ti? ¿Expresas rabia o humillación ante una derrota deportiva? ¿Te pones agresivo o muy competitivo ante ciertos compañeros en según qué situaciones o juegos? ¿Aflora tu lado vulnerable o más infantil ante una competición? Y lo más importante ¿Crees que estos gestos te perjudicarían laboralmente porque modificaría negativamente tu imagen ante tus compañeros? En caso afirmativo, antes de apuntarte a la liga de empresa, evalúa la situación para ver si te compensa enrolarte. No tienes por qué exponerte a situaciones que a la larga conlleven una “sobrexposición de tus flaquezas”. ¿Significa que tienes que decir que no a todo? Para nada, significa que:
- Quizá, en ciertas ocasiones, conviene que busques la manera de evitar formar parte de algo que prevés que, a la larga, podría traerte más pegas que ventajas.
Nadie mejor que tú puede calibrar tu balanza de pros y contras.
- Conócelos a ellos: un jefe con mal perder, que compense una derrota en un partido de tenis exigiendo un informe a deshoras, quizá compense dejarle ganar. Quizá no, todo depende de tu balanza, y tu personalidad. Asimismo un compañero con tendencia sádica (disfruta causando dolor en otros) que descubre tu susceptibilidad ante sus provocaciones en la cancha, buscará extralimitarte a la menor oportunidad. Si por el contrario eres tú quien al vencer, muestras soberbia con tus rivales, es probable, que los derrotados traten de vengar tu actitud donde puedan, si son del equipo informático, pongamos por caso, probablemente dejen para última hora reparar tu PC.
- ¿Significa esto dejar de ser tú mismo? ¿estar alerta y vigilante?, ¿dejar de participar en actividades?. En absoluto. Significa emplear tu inteligencia emocional: regulando tu emocionalidad según tu escala de necesidades en según qué ambientes sin dejar de ser auténtico. De la misma manera que no pierdes autenticidad cuando cambias de registro al hablar con tu hijo, tu mujer, un cliente o tu casero, porque las necesidades son distintas. Si tienes claro tu prioridad de necesidades y eres fiel a ellas, te estarás siendo fiel a ti mismo. Y si tu necesidad prioritaria es mantener la serenidad y satisfacción en el trabajo, ese lugar en el que pasas 8 horas diarias, quizá conviene que repases los factores que hemos mencionado anteriormente.
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