Os comparto el caso de una paciente a la que llamaré Natalia quien trabaja desde hace pocos meses como administrativo en un taller mecánico:
Natalia no participa en ninguno de los temas de conversación entre el jefe y sus compañeros, que son únicamente fútbol, motor, y mujeres. Se mantiene al margen porque no sabe ni quiere entrar en esos temas. A pesar de sentirse aislada no quiere hablar con gente que sólo sabe reírle las gracias al jefe. El problema surge cuando el jefe le da a entender a Elena que no le gusta su actitud individualista con el resto del equipo. Natalia sabe que su jefe, propietario del taller y algo egocéntrico, espera que todos sus empleados “le sigan la corriente” para poder estar satisfecho con ellos. Esto le preocupa. Por otro lado sabe que su jefe tiene hijos pequeños, al igual que ella, el resto de compañeros aún no. El jefe jamás habla de sus hijos. Un buen día Natalia se carga de ánimo y le pregunta a su jefe si sabe de algún pediatra de confianza para su hija pequeña, y… voilà! esa pregunta fue el inicio de su pequeña pero valiosa parcela de convivencia que ambos tienen ahora. A día de hoy NO tienen grandes conversaciones, pero el tema de la paternidad les da juego para mantener una relación cordial, llegando a veces a charlar sobre otros temas. Además, al saber que su jefe necesita sentirse admirado, de vez en cuando ella le pide pequeños consejos, del tipo “no sé si apuntar a mi hijo a fútbol o ¿sabes de un buen restaurante por la zona?”. Ante este tipo de cuestiones (sobre las que Natalia no precisa consejo) ella deja que su jefe le cuente su parecer detalladamente, lo cual a él le satisface hasta el punto de haber mejorado su actitud hacia ella, que era el objetivo de Natalia.
Ella siente poca simpatía hacia su jefe, pero ya no está preocupada ni estresada, pues él se ha relajado con ella. Sigue sin conversar con sus compañeros. No le gusta su trabajo, pero mientras le sale algo nuevo al menos ya no siente ansiedad por perder su empleo, tema que nos ocupó más de una sesión de terapia.
Hay jefes tan egocéntricos que necesitan que se les haga la pelota hasta el punto de excluir a un empleado si éste no le baila el agua. Si esta situación te suena, y te genera ansiedad laboral es porque te estás viendo en la encrucijada de seguir siendo tú mismo o convertirte en un hipócrita con tu jefe para que éste no la tome contigo.
Cuando tenemos que tomar decisiones estresantes nos solemos mover entre las polaridades del todo o nada, en este caso entre ser pelotas o ser auténticos, y nos olvidamos de la infinidad de términos medios que hay entre ambos polos.
Olvídate de los empleados que consideras lameculos o los deseos ególatras del jefe, y ponte como referencia a ti mismo, y el comportamiento que tú esperarías de cualquier compañero de trabajo.
Te sugiero:
– Sé fiel a ti mismo: no te fuerces a reír las gracias de tu jefe pero tampoco pierdas la cordialidad y amabilidad básica de cualquier convivencia. No será positivo para ti.
– Busca algún tema sobre el que puedas charlar con tu jefe. Siempre hay algún área, por ajena que sea la vida de una persona, sobre la que se puede charlar: familia, ocio, viajes, deportes, actualidad, cosas del propio trabajo, formación etc. Y prueba a compartir con él alguno de estos temas.
– Intenta que estos temas no coincidan con los asuntos que comparte con los llamados pelotas, pues ellos podrían acapararlo y tú quedarte fuera.