Cuando nos sentamos a negociar nuestro contrato de trabajo, generalmente hablamos de cuestiones que figuran por escrito: horario, sueldo, vacaciones, categoría profesional etc
Pero ¿qué pasa con las expectativas generadas entre empleador y empleado desde la firma del contrato? Me refiero a cuestiones que no están en letra impresa y que una y otra parte «da por hecho» que el otro asume. Hay actitudes, obligaciones y deberes que jefe y empleado entienden implícitos al contrato, y que si no se aclaran pueden entrar en conflicto en un futuro, como por ejemplo: flexibilidad horaria, horas extras, posibilidad de estar localizable en tiempo libre, funciones extralaborales o asunción de funciones por encima o debajo del puesto, reducción de jornada por maternidad, autonomía y libertad de decisión, back up a compañeros convalecientes, formación, filosofía empresarial y un sinfín de etcéteras que ambas partes tienen en mente pero que generalmente no se hacen explícitas por escrito y a veces tampoco verbalmente.
Estamos hablando del contrato psicológico. El problema viene cuando esas expectativas tácitas del contrato psicológico no se cumplen por parte de la empresa. Ahí nos entra una frustración o ansiedad y a veces hasta una desesperación que incluye fantasear con darle marcha atrás al reloj mientras repetimos frases del tipo: “tenía que haber dejado claro este punto el día que negocié mi contrato, y no haberlo dado por hecho” Por ello, si estás renovando tu contrato o empezando a trabajar en una nueva empresa te sugiero que te hagas una lista de todas esas expectativas que componen tu contrato psicológico y en la medida de lo posible las expongas en el momento de la negociación o la firma del contrato. Tienes mucho que ganar y nada que perder, tanto si la respuesta te satisface como si no: ya que en caso de obtener la contestación deseada, podrás citar esa conversación en caso de incumplimiento. Además las estadísticas dicen que los acuerdos explícitos, aunque sean sólo verbales se incumplen mucho menos que los acuerdos tácitos o no expresados. Por otro lado, si la respuesta a tus inquietudes no cumple tus expectativas, sabrás de antemano a qué atenerte, ahorrándote una futura renuncia emocional tras haberte entregado más de la cuenta. La vivencia de que la empresa está en deuda con nosotros suele convertirse en un factor de ansiedad y estrés laboral que puede desgastar la autoestima. Cuanto antes sepas lo que ellos te ofrecen exactamente antes sabrás cuánto has de darles tú a ellos.
Para exponer estas preguntas te recomiendo firmeza y cordialidad, o lo que es lo mismo asertividad, piensa que estás haciendo preguntas que tienen que ver con lo que ellos esperan de ti y con lo que tú esperas de ellos, y eso te legitima a plantear esas cuestiones, de hecho deberían ser ellos quienes las plantean! Hay personas que negocian su contrato psicológico sin tapujos y de forma directa y otras personas lo hacen de forma más sutil, dejando caer las preguntas de forma inocente, pero esperando una respuesta. Eso ya depende de tu código personal y del tipo de persona que tengas delante. No tengas miedo a parecer insolente, o demasiado exigente, plantéalo como una manera de aclarar en qué condiciones y términos os estáis moviendo para evitar situaciones ambiguas que puedan perjudicar tanto a ti como a la empresa.
Animo y a por ello! y si te apetece compartir tu experiencia, me encantará leerte