«Ya no me engancho con el Garfio de mi Jefe»

Hace unas semanas identificábamos la figura del jefe tóxico y compartía unas claves para establecer una necesaria distancia emocional, para protegernos de ese sadismo gratuito.

Esa toxicidad, además de no afectarte de manera personal, tampoco debe influir en la calidad de tu trabajo y, por tanto, en tu evolución profesional. No olvidemos que un puesto laboral, no es definitivo, se presentarán otras oportunidades, con jefes no tóxicos y es importante que estés en óptimas condiciones profesionales para ello.

Una de las claves para lograr la excelencia en tu trabajo sin que la personalidad de tu jefe interfiera en ello es prevenir posibles encuentros y relaciones tóxicos entre tú y él.

Lo primero, para que el temperamento de tu jefe no influya en tu trabajo, es identificar qué es lo que le “mueve: desconfianza, necesidad de poder, control, inseguridad, el estatus… El objetivo es ser consciente de lo que él busca para, en la medida de lo posible no mezclarnos en ello: ni para favorecerlo, ni para frustrarlo. No te conviene engancharte a su parte más enferma. Especialmente porque no te interesa que su actitud empañe lo verdaderamente importante: hacer bien tu trabajo.

Es importante evitar competir con tu jefe incluso cuando consiga tocarte en la tecla que te impulsa a confrontarle, no vale la pena, es una batalla que sólo él quiere librar, que tiene que ver con su propio ego, no contigo. Si entras en su juego te desgastarás emocionalmente, (incluso si ganas las batallas dialécticas) y si embargo él se sentirá como pez en el agua.

Tu logro será disfrutar del trabajo bien hecho. Sé competente, busca la excelencia en todo lo que hagas.

Si tus logros no son reconocidos, intenta no frustrarte. Como decía al principio, ningún trabajo suele ser definitivo, llegarán otras ofertas laborales y lo mejor es que estés profesionalmente al 100% para conseguir un puesto mejor. Y ahí, en esa nueva oportunidad, podrás expandirte y explicar los logros que conseguiste en otros trabajos.

Más abajo te desgloso los perfiles más comunes de los jefes con los que es más complicado trabajar en equipo, para ayudarte identificarlos, y sobre todo para que veas cuál es tu «jefe garfio»: ese al que eres susceptible de engancharte y dar lo peor de ti.

Para cada uno de estos tipos de jefes existe un tipo de empleado, que al entrar en contacto el uno con el otro, voilà! se produce la atracción faltal: el jefe encuentra alimento para su ego y el empleado desarrolla la actitud menos favorable para sí mismo. Con esto ya tenemos el abono para una perfecta relación tóxica.

Te invito a que señales alguno/s de los tipos mencionados más abajo, con los que tendrías más dificultad para relacionarte, y mientras tanto, te animo a que te hagas la siguiente pregunta ¿qué etiqueta me pondría a mí mismo si me tocara lidiar con este tipo de jefes? o en otras palabras ¿qué automatismos se me disparan con jefes de esas características?, o más claro ¿cual es el tipo de jefe al que me engancho sin querer? El fin es que tomes conciencia de la actitud poco conveniente que despiertan en ti este tipo de jefes, y de esa manera puedas prevenirla:

El jefe paternalista. Trata a los miembros del equipo como niños y les juzga de manera personal más que como profesionales. No discute. Quiere que le den la razón, sin más, y no deja que nadie se salga de la línea establecida. Si ante una persona así te autoetiquetas como «empleado rebelde”, te animo a que revises tu actitud, pues no harás más que reforzarle su tendencia autoritaria. Recuerda: queremos distanciarnos emocionalmente de él.

El farsante. Exige tener toda la información por parte de sus colaboradores, pero la que él dispone la oculta o no la ofrece por completo. Si el trabajo sale mal señalará a los demás y nunca defenderá a su equipo. Los empleados que muestran ofensa u ofuscación llevan las de perder. Si estás entre ellos, quizá te pondrías la etiqueta de «empleado indignado». No te conviene, lo mejor es mostrarte como un trabajador riguroso, escrupuloso y metódico que llevas buen registro de todas las actividades y las de tus compañeros. No le confrontes, aférrate a los datos y a los hechos. Cuando hables con él aléjate todo lo que puedas de las opiniones y las valoraciones.

El pragmático. Le interesan únicamente los resultados. Se rodea de personas que no le plantean cuestiones, ni dudas, pero sin establecer compromiso alguno. Si consigues resultados seguirás adelante. Si te asalta un sentimiento de «empleado desamparado» no insistas en conseguir la empatía en tu jefe, pues su frialdad te resultará aún más frustrante, trata de apoyarte en otros compañeros más veteranos o simplemente desahógate con ellos.

El ególatra. Le encanta escucharse y lo importante es su proyecto. De sus colaboradores sólo necesita su atención porque las aportaciones que hagan no le sirven, sólo las ideas propias valen. Suele rodearse de personas que le “bailan el agua”. Si después de leer esto, ya tienes clara tu etiqueta y te parecen unos «empleados hipócritas» aquellos que le siguen la corriente, significa que estás en peligro de que la tome contigo, y eso no te interesa. Tómatelo como una función laboral más: el trabajo de disimular, tan necesario para desarrollar bien tus funciones como cualquier otro 🙂

El individualista. Lo que le importa es su éxito profesional y no valora el trabajo de sus colaboradores. Su equipo simplemente sirve para aliviarle en su carga de trabajo pero nunca lo apreciará. La actitud ideal con este tipo de jefes es la “deshumanización de tu jefe” es decir, relacionarte con él de la misma manera que él lo hace contigo. Tendrás que buscar relaciones humanizadas con otras personas de la empresa.

Cuanto antes identifiquemos estas personalidades antes veremos que son tipos que se repiten en muchas ambientes laborales, esto te hará consciente de que el problema no está en ti. Son comportamientos que responden a sus miedos, a sus expectativas, a sus propias problemáticas y a los que no hay que buscar solución, sobre todo, porque esa solución no está en ti. Lo único que sí está en ti, es aliarte con tus mejores habilidades interpersonales para que la convivencia con tu jefe no se convierta en un factor más de estrés laboral.

Y recuerda, realizar un buen trabajo, madurar y ser capaz de sobrevivir a situaciones adversas sin demasiada ansiedad, contribuirá a fortalecer tu autoestima, aumentando en gran medida tu motivación laboral.

Mucho ánimo! Y si no consigues etiquetar a tu jefe entre ninguna de las anteriores tipologías, puedes mandarme un email, y entre los dos, seguro que le ponemos nombre.

b.alvarezpsicoterapia@gmail.com

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